jueves, 6 de agosto de 2015

Instrucciones para saltar la cuerda

Alan Trejo
Los cielos cambian de color mientras usted baja la mirada al suelo. Uno, dos, setecientos, ochenta seis mil. El tiempo pasa por Balderas y usted sigue con la mirada al suelo, y su vida se pierde entre la multitud una y otra vez. Recuerde: la limpieza es un aspecto importante. Si de casualidad, entre tantas horas de esclavitud sin sentido y filas los cinco de cada mes, encuentra trozos de su corazón debajo de los escombros de tantas botellas, pásele un trapo y empéñelo con la persona del piedad, o del comercial mercantil, o del norte, o del bar de su preferencia. Trate de regatearle algo de cariño por unas cuantas noches de amor vacío y del ridículo miedo a que no haya quien lo detenga de dormir en la mitad fría de la cama. Mas no incluya los recuerdos, las memorias de las sonrisas y las peleas, y de los besos y los golpes, y del amor y el rencor, y de las aventuras hechas fotos, y las fotos hechas pedazos, y los pedazos volando por la ventana hasta esfumarse en los bosques de esmog, balazos y pitidos. Nadie le va a querer comprar lo que ya está muy dañado.


Cada vez que pase por Balderas y su vida se pierda de nuevo entre la multitud, sólo recuerde que para saltar la cuerda únicamente necesita un buen brinco y motivación. Eso sí, procure no comprarle la cuerda a los chinos. No se vaya a ir de hocico y para qué le digo. Ahórrese otro error más.



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Alan Trejo / Author & Editor

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