La inspiración, esa esencia que se encuentra cuando no la
ocupas y desaparece cuando la fuerzas, tiene un poder asombroso y viene junto
con la creatividad y la imaginación. Algunos tienen musas, mujeres que llenan
de amor, alegría y asombro a escritores tan enamorados; algunos otros usan sus
sentimientos: su dolor, su amor no correspondido, su coraje, sus celos y miles
de cosas más funcionan para crear hermosas obras; algunos, un poco más astutos,
crean miles de historias en su mente y hablan de ellas, otros usan la música o
grandes obras para darse un poco de inspiración pero, para mí, la inspiración
la encuentro en la más hermosa mujer, me inspiro en sus ojos, su sonrisa, su
boca y sus apasionados besos, esa figura femenina que me inyecta de tanta
pasión, esas ganas de amarla me ayudan a crear obras.
Mujer, mi amada, la que me llena de amor, la que me ayuda a
crear obras hechas de lo más profundo de mi corazón, la que, en algunas ocasiones,
crea obras de desdicha y desamor, la que siempre ha estado ahí para brindarme
esa inspiración tan necesaria para el escritor.
No seré un poeta, no seré un novelista, no seré el mejor
escritor y quizás nunca logre ser uno, pero yo tengo una musa.
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