Una oscuridad se apoderó de mis ojos y me sentí indefenso frente a esas tinieblas. Se agotó la fuerza de mi cuerpo y caí de rodillas en el camino. Mi cuerpo temblaba, mi aliente era un débil gemido y el frío corría desde mis brazos hasta el lugar más recóndito de mi pecho. No solo estaba cegándome, me estaba extinguiendo. Mi llama se estaba enmudeciendo y se apagaba conforme el frío me envolvía. No podía moverme, mis brazos no respondían, unas cadenas frías como el miedo estaban atando mis manos al suelo. El frío no dejaba de envolverme, sentía como succionaba mi esencia y como formaba escarcha dentro de mí. Intenté desbordarme y llorar, pero mis lágrimas estaban congeladas en mi interior y no podían salir.Me encontraba pálido y derrumbado entre el frío y las tinieblas, lejos de cualquier calor y cualquier luz. Ese manto de sombras me devoraba como cocodrilo engullendo su presa. No me molió ni me masticó, no me mató, solo me hirió de muerte y me llevó hacía su osico.
Estaba paralizado y deshecho, ya no era yo. Yo ya no estaba en mi cuerpo ni en mi mismo. En ese momento me convertí a algo diferente, era yo, mis sombras y mi frío. Las sombras y el frío que yo había creado se apoderaron de mí y nos fundimos en un ser. Mis sombras y mi frío, yo que las hacía perdidas.
0 comentarios:
Publicar un comentario